8 pautas que se seguían en las primeras novelas románticas que leí

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Hace un par de semanas te hablaba de Cinco cuestiones históricas que no se siguen en la novela romántica y te comentaba que, cuando comencé a leer el género, me di cuenta de que todos los libros tenían las mismas pautas o que, al menos, utilizaban algunas muy parecidas. Con el tiempo esto ha cambiado, pero piensa que yo comencé leyendo los primeros libros de Johanna Lindsay y compañía y esos meten mucha caña. En tono de humor, voy a recordar todas aquellas cosas que me hacían gracia cuando leí mis primeras novelas románticas, que, por cierto, eran todas históricas, la mayoría en época de regencia y victoriana.

Los protagonistas tienen que tener sexo antes de casarse

Esto me parecía de chiste, durante esta primera época no encontré ni un solo libro en el que los protagonistas se tuviesen que casar para tener relaciones sexuales, pero ni uno. ¡Y eso que hablamos del siglo XIX en el caso más cercano en el tiempo! Recuerdo que busqué un libro de reencuentro con el fin de saber que, al ya estar casados, no pasaría esto. ¿Qué ocurrió? Ya te lo estás imaginando, que en un flashback leo como, antes de casarse, se acostaron. ¿Es que ni una sola dama inglesa de la época victoriana se casó virgen? En esos libros ni una. NI UNA. Y las damas de la Edad Media tampoco. Eso era un no parar.

Él era siempre el que se volvía loco por ella y la perseguía hasta el infinito

Como ya he dicho, por aquella época estaba leyendo la saga de los Mallory y la intercalaba con otras autoras, y recuerdo que fue gracias a leer La magia de tu ser cuando me di cuenta de que… ¡Amy estaba persiguiendo a Warren! ¡Dios santo, qué locura! ¡Qué alborto! Entonces recapitulé, y era de los pocos libros del género en el que ella luchaba mientras él se resistía. Luego ya la cosa cambió.

Las protagonistas eran perfectas y mimadas

Es una mezcla rara, ¿verdad? Pues sí, la mayoría tenían defectos muy tontos o que no importaban demasiado y, salvo que la trama girase en torno a una familia malvada, todos en su familia las adoraban. Sin excepción. Y, por supuesto, a cada cual más bella, más maravillosa y más fértil. Ninguna era miope, coja, tenía una verruga en la cara o unos dientes feos. Nada de nada. Perfección. Recuerdo un diálogo de un libro de la saga de los Mallory donde un señor preguntaba a un sobrino de la familia: ¿cómo es posible que las mujeres Mallory sean a cada cual más bella? Pues, nada, amigo, el azar…

Los hombres tenían hombros anchos y pelo en el pecho para aburrir

Para poder seguir con la lectura, yo tenía que obviar esas descripciones, más propias de los años setenta u ochenta donde estaban escritos los libros. Parecía que en esa época no había hombres sin pelo, ya no digo depilados, sino que no tuvieran pelo, que haberlos haylos, como las meigas. Se usaba la máxima: donde hay pelo, hay alegría. ¡Y vaya si la había!

Mareos y vómitos: embarazo seguro

Asegurado al 100%. La protagonista era lozana y no pasaba ni un resfriado, ahora bien, por eso si tenía un simple mareo, no era enfermedad, era embarazo. Y, ya que estamos con tópicos, por aquella época también me leí unos cuantos en los que pasaba lo mismo: si ella se quedaba embarazada, él dudaba de su paternidad. La trama del embarazo solía ser la siguiente:

  1. Polvo antes de casarse.
  2. Embarazo.
  3. Boda por honor donde él duda de su paternidad.
  4. Fuga del marido.
  5. Vuelta arrepentido.
  6. Amor y fin.

No había mujer poco fértil ni hombre estéril (en los protagonistas)

Lo mismo que, si la trama iba sobre un embarazo tenía más o menos la pauta que pongo arriba, los libros de sagas también la tenían y la más importante era que los matrimonios de protagonistas anteriores tenían de uno a mil chiquillos. ¡Fertilidad a casco porro! Un día, sin saber dónde me estaba metiendo, me leí un libro que la editorial no había puesto que era el número mil quinientos millones de una saga familiar y, a mitad de trama, hacen una reunión familiar y todos aparecen con doscientos millones de chiquillos. Admito que me dio mucho miedo y lo cerré por pánico a quedarme yo también embarazada.

Siempre había un Harry metido por medio

Vale, esto es una chorrada que me pasó durante una época larga… ¡Siempre había un Harry! Bien protagonista, amigo del protagonista o secundario. Claro, tras leer tantos libros con Harry, seguro que te estás preguntando cuál fue mi favorito. Pues no te voy a dejar con la duda: el Harry de Amarte es mi destino de Connie Brockway. ¡Qué Harry! El mejor que he leído, la verdad. Creo que es un libro que he releído varias veces solo por él.  Y, aunque es un buen prota, no es perfecto maravilloso del todo. ¡Punto a su favor!

Ellos tenían título, opción a título o eran ricos

De aquellos libros, la pauta era él rico/noble/era pobre pero ahora soy rico y ella rica/noble o todo lo contrario. Rara vez encontré a un hombre que no, ¿cómo me di cuenta? Pues por un Harry, en concreto, Harry Pye de El príncipe leopardo de Elizabeth Hoyt. Debo admitir que este fue el primero que me leí de la trilogía… sí, ya, no me di cuenta que era el segundo. Luego me leí el primero que, bueno, no estaba mal, y el tercero no pude acabarlo, solo recomiendo este. En  fin, nuestro Harry no es rico ni noble ni se convierte en millonario por arte de magia y eso me hizo reflexionar sobre los demás Harrys y no Harrys de las novelas anteriores. Debo admitir que luego esto ya no me ha pasado tanto.

Bueno, espero que te haya divertido mis recuerdos de la primera época de novela romántica que leí. La verdad es que eran libros algo antiguos, algunos muy parecidos, pero que enganchaban mogollón. Ahora la cosa ha cambiado, todavía hay temas que no se ven mucho, como decía Paola C. Álvarez en Protagonistas gordas y poco atractivas, ¿por qué no? donde se plantea  otro modelo de protagonista femenina y, oye, también masculino. Otro día me gustaría hablar de ellos, de los chicos, en profundidad. En fin, me encanaría saber cuántos Harrys han pasado por tus manos en forma de libro o si, como yo, también encontrabas estas pautas y quizá alguna más. ¡No te olvides comentar!

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