Lo mejor y lo peor de las sagas románticas

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Antes de nada, debo decir que me encantan las sagas románticas, saber que voy a tener libros durante mucho tiempo, me parece fantástico. Sin embargo, es cierto que a veces pueden cansar y caen en una serie de clichés que pueden ser horribles.

Lo mejor de las sagas románticas

Vamos a comenzar con lo bueno: continuar con una historia que nos encantó. Podemos saber qué ocurre con la pareja protagonista tras el «vivieron felices para siempre», pues lo normal es que sean secundarios en otros libros.

Además, nos da la oportunidad de poder conocer en profundidad a algún secundario que nos encantó y que se merece su propia historia. O también es una buena oportunidad para conocer a un personaje que, no ha pasado con pena ni gloria en el anterior libro, pueda destacar en su libro. Esa sorpresas me encantan.

Yo soy el tipo de lectora que se vuelve loca con las sagas, me encanta poder saber que el libro no se acabará con una historia fantástica. Y, por suerte, como leo mucha romántica histórica, suelen haber sagas familiares geniales. Como los Bridgerton de Julia Quinn.

Lo peor de las sagas románticas

Uno de los puntos negativos que más me cabrean de este tipo de libros es que, en ocasiones, los protagonistas de un libro anterior pierden totalmente su identidad.  El personaje independiente que te enamoró en un primer libro, en el segundo ha perdido su razón de ser. Es muy común que ocurra con los personajes masculinos, que en un primer libro tienen su forma de actuar, pero que en los siguientes solo viven y babean por sus esposas y punto, no hacen nada más. Han perdido su chispa. Para mí un ejemplo claro fue con Nicholas Eden, el protagonista de Amar solo una vez, de Johanna Lindsey, el primero de la larguísima saga Malory.  En los pocos libros que aparece tras este, parece un personaje distinto. Sin fuste, soso, que no aporta nada. Y en su libro a mí me enamoró.

A las mujeres le pasa algo parecido, en ocasiones, pasan a ser personajes planos, sin vida que solo aparecen porque tienen que aparecer. Para que no sea un libro aislado. Así me lo pareció, por ejemplo, con El canalla de Suzanne Enoch donde Georgiana me pareció un gran personaje. Ella, en los siguientes libros, solo me parece una sargento. Mientras que de Traistan queda una sombra de lo que fue.

En las sagas hay otro problema que puede darse: que al autor o autora se le vaya la mano. Sí, que una saga que con tres libros (o incluso cinco) hubiese estado genial, llega a diez libros o más. Conocemos a los hijos de la pareja original y, si me apuras y exagerando, a sus nietos. No, no quiero saber tanto, la verdad. Si ya saber qué ha pasado con sus hijos me suele importar poco, ya del primo segundo que estaba perdido y lo encontramos en un bosque pues me importa mucho menos. Y, claro, lo peor es que ya la originalidad de estos últimos libros brilla por su ausencia. Sí, lo admito, he dejado sagas a mitad. Algunas muy famosas, como la de los Malory, por cierto.

Sin embargo, a mí me siguen chiflando las sagas, no puedo dejar de empezarlas. Me encanta saber que la historia continuará, no lo puedo remediar. Cuando están bien llevadas, saber qué ocurre con los personajes que nos hicieron pasar un buen rato es una experiencia que no me perdería por nadad del mundo. Incluso si por el camino me encuentro algunas horribles. Y a ti, ¿también te gustan las sagas o huyes de ellas como de la peste?

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