Motivos para correr

Must Try

Alguna vez he sido indiscreto conmigo y me he preguntado: “¿por qué corres?”, o “¿por qué haces deporte?”. Buscaba una explicación a mi manera de plantearme la vida y, sobre todo, de justificar el tiempo que dedico a entrenar y a concurrir a las diversas competiciones.

La verdad, si quiero ser sincero, es que no encuentro una razón clara que de explicación sobre mi afición a la carrera, a la competición y al deporte individual en general. Tampoco veo claro que tenga que haber una razón o si, más bien, hay varias y sea la conjunción de todas ellas. Lo cierto es que simplemente corro porque “disfruto” y creo que puede ser posiblemente la mejor de las razones.

En el atillo de cada persona, se pueden encontrar recuerdos de los primeros momentos en los que aparecieron las aficiones que se han desarrollado, con sus altos y bajos, a lo largo de toda la vida. Suelen coincidir con la adolescencia e, indudablemente, como consecuencia de una cierta disposición unidos a la influencia que haya causado otra persona con cierta ascendencia.

Así ha sido mi caso, como el de muchos otros. En mi infancia no me gustaba nada hacer deporte. Mucho menos los deportes de equipo porque no se me daban nada bien. Un día descubrí que existían las bicicletas de carretera y me compinché con mi hermano para hacernos con dos bicis prestadas e irnos libremente “por ahí” como un gran reto. Conseguí la bici y mi hermano no. Me fui con ella y me hice 20 km. Por supuesto, me pegué un mamporro en una curva en bajada y, además, mi padre tuvo que venir a buscarme. Pero me “encantó” porque podía ir a donde me diese la gana, sentía la velocidad, me daba el aire en la cara… A partir de ahí, no paré hasta que mi padre me compró una bici de carretera. Quedaba con otros amigos y vivíamos nuestras sencillas aventuras: el desafío de descubrir nuevos recorridos, de mecánica, de distancias, el aire en contra…

Un año después, me planteé presentarme a la Academia General del Aire. De nuevo, mi padre me buscó un preparador físico. Desde el primer momento me obnubiló. En primer lugar porque era africano, de Guinea, y parecía de hierro. En segundo lugar, porque desde el minuto cero me dijo cual iba a ser el plan de entrenamiento y no me consintió nada. Gracias a ello, descubrí un nuevo aspecto: las posibilidades de progreso mediante un entrenamiento planificado y que era necesario un espíritu de sacrificio para lograrlo. Veía como mejoraba día a día y, como resultado, se abrían nuevos horizontes de resistencia y capacidad para plantearse metas mucho más ambiciosas. Aquel entrenador, Nguema, fue de esas personas que me transmitió pautas sobre el entrenamiento que me han servido hasta la actualidad.

Aquí se encuentra el origen de una afición en la que siempre he disfrutado mucho. Si ahora, alguien me preguntase acerca de motivos o razones para correr me parece que únicamente le podría alegar uno que me parece definitivo: que te guste y para ello que descubras las satisfacciones que te puede proporcionar.

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