Ésta es una de las preguntas más frecuentes que podemos escuchar dentro de los círculos estudiantiles, entre amigos, o directamente preguntado en clase por un alumno a su maestr@. Pero no creamos que ésto sólo pasa por la cabeza de los niños y niñas más mayores, sino que los que pertenecen a infantil o primaria, se lo cuestionan interiormente aunque no sepan decirlo con palabras.
No obstante, los educadores tenemos una fórmula empírica, capaz de desvelarnos cuándo la sombra del desinterés ronda a nuestros alumnos, y esa fórmula se llama: Desmotivación. Si lo que proponemos en clase no gusta, si comenzamos a divisar problemas de conducta y hay retrasos en el aprendizaje, podremos hablar que hay indiferencia y falta de sentido en lo que se estudia.
Cierto es, que el alumno no es el único responsable de su desinterés, ya que el maestr@, la escuela, la familia, la sociedad y la cultura, son factores determinantes, en tanto en cuanto a capacidad de influencia hablamos. Además, en este entramado, contamos con la finalidad con que los niños estudian y es la meta a la que aspiran. Aquello a lo que quieren llegar o lo que quieren eludir ayuda terminantemente a la Motivación. Hay estudiantes que su única finalidad es sacar buenas notas con un resultado final exitoso (Meta de Aprendizaje), y otros, buscan la aprobación de los demás y tienen como objetivo evitar el fracaso (Meta de Ejecución).
Si el niño o niña se ve incapaz de conseguir los objetivos marcados, se crea una apatía hacia la enseñanza, que si no se trata con rapidez puede desembocar en el abandono. Así que un currículo adaptado a sus necesidades educativas, evitará que el alumno entre en una espiral de frustración y baja autoestima.
Justamente ésto es lo que queremos evitar. Y para ello, la respuesta a la pregunta ¿Para qué sirve lo que estudio?, es hacerle comprender que lo que aprende le ayudará en su vida cotidiana, a desenvolverse en los retos y situaciones del día a día y a resolver problemas desde el razonamiento. Lo que aprende tiene una utilidad práctica, le da conocimientos, capacidades, habilidades y destrezas para realizar un trabajo, para manejarse en la sociedad en la que vive, y sobre todo para ser una persona libre, sin dependencia.
Ahora que sabemos cuál es el problema, pasemos a la solución. ¿Qué puedo hacer yo?. Desde todos los ámbitos que rodea a un niño, nos vamos a centrar en el maestr@, que a través de sus clases puede seguir las siguientes pautas:
Claves para Motivar:
- Asociar las actividades de clase con los intereses del alumno o alumna.
- Establecer objetivos claros y explicarles la aplicabilidad que tiene para ellos.
- Fomentar el trabajo en grupo abordando temas actuales y reales, favoreciendo así que se ayuden entre ellos mismos y valorando al equipo.
- Utilizar juegos y actividades, tanto físicas como aplicando las nuevas tecnologías.
- Usar los recursos tecnológicos y las TICs (Tecnologías de la información y la comunicación), para ayudar a despertar el interés y la motivación de los alumnos. Aquí la imaginación del maestr@, para darle un giro de tuerca a la utilización de éste material interactivo, y hacerlo original, es primordial.
- Rehuir de la monotonía haciendo que las clases sean variadas y no siempre con la misma estructura y organización.
- Hacer que los niños sean los protagonistas de sus clases. La clase es de ellos y por ellos, y por eso, deben preguntar, opinar, proponer, actuar, y hacer que cada uno aporte su granito de arena en la medida de sus posibilidades.
- Se ha de inspirar el placer de aprender por el mero hecho de hacerlo o por diversión. No se debe dar demasiada importancia a la evaluación, y así evitaremos la ansiedad por sacar buenas notas y la rivalidad entre compañeros.
Pero sobre todo, para que un niño o niña esté estimulado, es el Maestr@ quien debe contagiarle su motivación propia. Ellos lo captan todo, son esponjas absorbiendo todo lo que circula por su alrededor. Y si ellos ven entrega y utilidad, veremos que serán capaces de sacar lo mejor de sí mismos.
