¿Por qué cambiar rutinas?

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Cuando se habla de cambiar rutinas como medida de seguridad, en ocasiones se olvida a qué obedece esa práctica, que parece poco cómoda hasta que uno se acostumbra.

Se trata de una técnica de contravigilancia física, es decir, de una técnica para detectar y/o dificultar la vigilancia. (La certeza de impedir la vigilancia es inalcanzable, y más con los medios de geo-posicionamiento actuales.)

Habitualmente se piensa que cambiar rutinas sirve para dificultar ser víctima de delitos, por ejemplo, un atentado o un secuestro. Esto es, si el atacante no está seguro de que en cierto momento el objetivo estará en cierto punto, no podrá atacarlo, pues no podrá disponer los medios de ejecución, o garantizar la propia huida. Por tanto, es posible que el atacante acabe desistiendo. O, al menos, es más probable.

Mediante el cambio de rutinas, al no mostrar hábitos fuertes en nuestra movilidad, al no ser completamente predecibles, le hacemos el trabajo de vigilancia más incómodo al posible atacante (o al espía) y por tanto para nosotros es más fácil detectarlo. O, al menos, menos difícil.

Pongamos un ejemplo de este trabajo de contrainteligencia: Si una persona es objetivo de un operativo de vigilancia y se observa que suele salir de su domicilio en su vehículo a la misma hora, la vigilancia puede ser más efectiva y discreta. Los vehículos que esperen su salida podrán ajustar mejor el tiempo de espera; estarán menos tiempo en la zona y reducirán la probabilidad de ser detectados por las autoridades, vecinos o el propio objetivo. Además, podrán esperar al vehículo más lejos pues saben que pasará por ahí y así reducen el tiempo de contacto visual del objetivo, que suele estar más pendiente en la salida y relaja el control después. Y, además, el seguimiento será más tranquilo y discreto, pues se podrá dar más distancia al vehículo cuyos hábitos se conoce. Sin embargo, si el operativo de vigilancia no conoce bien los hábitos del objetivo, habrá de acercarse más, permanecer más a la vista y en ocasiones hacer movimientos más bruscos, notorios. Por tanto, forzando los movimientos de quien realiza el seguimiento, es más fácil detectarlo. Y esto aplica también en el seguimiento a pie y en otras cuantas circunstancias.

Detectar una vigilancia hostil no es un asunto trivial: da la posibilidad de anticipar un posible espionaje y muchos delitos que conllevan un estudio previo de la víctima, sea esta una persona o una organización. Y, con suerte, dará la posibilidad de evitar el delito mediante el fortalecimiento de las medidas de defensa. Y, con más suerte aún, se podría desmantelar el plan y evitar el delito, si se logra identificar al atacante a través de su célula de vigilancia. Resumiendo, si el nivel de seguridad lo requiere, merece la pena cambiar rutinas y complementarlo con un trabajo de detección de vigilancia. Para este fin puede capacitarse o contar con la ayuda de buenos profesionales como escoltas o detectives, estos últimos muy diestros en la detección de vigilancias pues su mecánica les es muy familiar.

En general, si necesita una seguridad algo más avanzada de lo normal, no se tome a la tremenda gastar algo más de tiempo cambiando horas de entrada o salida, o en el coche. Aproveche para hacer otras cosas, como pensar o disfrutar del camino. Recuerde que si a usted le resulta incómodo, mucho más a los que van detrás.

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