‘Chakra’ se traduce del sánscrito, literalmente, como círculo. Por la connotación espiritual que tiene en el hinduismo, se ha traducido también como vórtice: finalmente, se entiende como un centro de energía inconmensurable que concentra algunos de los atributos sagrados con los que los seres humanos nos desarrollamos.
Ubicados a lo largo de la columna vertebral, son 7 puntos en el cuerpo que concentran el prāna, la energía vital que impregna la realidad en todos los niveles, desde el más tangible hasta el más sutil. Situados uno encima del otro, hacen un símil con la evolución espiritual que las personas sobrellevan al desapegarse del ego. Por ello, los más básicos están relacionados con el mundo físico; los más elevados, con la conexión que tenemos con el Universo.
¿Cuáles son los chakras más importantes?
El primer registro que se tiene de los chakras se escribió alrededor del siglo II de nuestra era, en el Yoga-kundalini Upanishad. Éste es uno de los escritos védicos menores, que explica las bases de cómo corre la energía o aliento vital a lo largo del cuerpo humano. Habría que recordar que, en esta manera de entender el mundo, las personas no sólo tenemos un cuerpo: por el contrario, contamos con varios, que nos permiten relacionarnos con distintos planos de consciencia.
Los chakras trascienden el plano físico, por ejemplo. Por ello, al estimularlos, las personas pueden acceder a estados alterados de consciencia. A cada uno se le asocia un color y un mantra, así como propiedades específicas. Aquí te lo explicamos, uno por uno:
Mūladhara: el chakra de la raíz
Ubicado en la región del perineo —entre el ano y los genitales—, el chakra de la raíz nos relaciona con todos los aspectos de la existencia física. Desde excretar los elementos que ya no necesitamos, hasta el sentido de arraigo y estabilidad con el que nos conducimos en la vida. Por ello, históricamente se le ha ubicado en la base de la columna vertebral.
A Mūladhara se le asocia el color rojo, porque representa la energía en su estado más crudo. Es aquella que corre por las piernas y nos afianza al mundo tangible y a la tierra. Por ello, además, gobierna todas nuestras necesidades de salud elementales. Se dice que si se recita el mantra ‘LAM’.
Svadhisthana: el chakra de la sexualidad
Sobre el hueso del sacro, en Occidente se ha entendido como el espacio fértil que se encuentra en el útero. Sin embargo, el segundo chakra no está reservado sólo para las mujeres. Por el contrario, todos los seres humanos lo tienen: es el centro del impulso sexual, la creatividad y el placer. Al estimularlo, se crean relaciones más sólidas con los demás, basada en la unión y la cercanía físicas.
A Svadhisthana se le asocia el color naranja, ya que representa la semilla de la vida. De hecho, del sánscrito se traduce literalmente como “mi propia y dulce morada”. Para conectar con él, se recomienda hacer movimientos circulares con la cadera —o sencillamente bailar. Repetir el mantra ‘VAM’ también es una manera de empezar a relacionarse con este centro energético.
Manipura: el chakra del plexo solar
El tercer chakra se ubica en el nexo del diafragma, justo en la boca del estómago. Por la zona energética en la que está, se le asocia el poder de decisión, la responsabilidad y el autoestima de las personas. A su vez, acoge el sentido de fuerza de voluntad, que nos permiten emprender nuevos proyectos y enfrentar situaciones adversas.
Al estar tan cerca del estómago y otras vísceras, estimular a Manipura también se promueve un proceso digestivo óptimo. Como su nombre lo indica, su elemento es el fuego: aquel que nos permite conducirnos por la vida con seguridad. Por ello, también, se representa con amarillo. Para entrar en contacto con él, basta recitar ‘RAM’ varias veces.
Anahata: el chakra del amor incondicional
De un color verde intenso, el chakra del corazón acoge el centro energético del amor incondicional. Según lo describe AIRE, el conjunto de centros ceremoniales en antiguos sitios bizantinos, Anahata se expresa “sin esconderse, sin juegos, sólo aceptación genuina”.
El cuarto chakra se expande desde el corazón hasta la punta de los dedos. Al trabajarlo, se expresan de una manera más asertiva los sentimientos de amor, empatía y compasión hacia los demás. Por ello, se dice que Anahata es el centro del ‘ser indestructible’, y se representa con una estrella de seis picos. Para activarlo, la palabra ‘YAM’ es su mantra rector.
Vishuda: el chakra de la comunicación
Traducido del sánscrito, ‘Vishuda’ quiere decir purificación. Se ubica en la base de la garganta, y se le asocia el elemento del espacio: el éter. En él, la energía se expresa en forma de la verdad, por lo que su función es encontrar la expresión personal auténtica.
El quinto chakra sirve como un puente energético entre la relación con el mundo físico y el plano sutil de consciencia, que se representa con un azul vívido. Por ello, también, es el vínculo entre los sentimientos y el pensamiento. De la unión entre ambas instancias nace la comunicación, que este centro energético acoge. Su mantra es ‘So Ham’: Yo soy Ello.
Ajna: el chakra del Tercer Ojo
Con la calma y confianza que generan las tonalidades índigo, el séptimo chakra está asociado a la intuición. Se dice que, quienes tienen la capacidad de despertarlo, pueden acceder a la clarividencia. Al entrar en contacto con este punto energético, se trabaja también con el conocimiento, la consciencia y la percepción.
Por ello, a Ajna se le conoce como el chakra del ‘Tercer Ojo’, o ‘el sexto sentido’: aquel que conecta a los seres humanos con la sabiduría del Universo. Visto de otra manera, es el centro de mando que rige a los demás puntos energéticos del cuerpo. Coincidentemente, se ubica en el entrecejo. Como es una puerta de acceso a un tipo de información más sutil, ya no se le asocia ningún elemento terrenal. Su mantra es ‘OM’, la sílaba creadora que unifica al cosmos.
Sahasrara: el chakra de la conexión universal
El séptimo y último chakra es la ventana a la fusión con el Universo, dicen los textos védicos. Del sánscrito, Sahasrara se traduce literalmente como ‘loto de los mil pétalos’, pues representa el estado de iluminación plena. Por lo cual, se ubica fuera del cuerpo físico, encima de la coronilla. La sílaba ‘OM’ también despierta este centro energético.
En algunas interpretaciones de los escritos antiguos, se dice que el séptimo chakra emite un color lavanda, o morado pálido. Otros, sin embargo, aseguran que es completamente blanco. En algunas ocasiones, incluso, se ha interpretado con un fulgor dorado. Por ello, se ha convenido que la experiencia de activar el último chakra depende de la evolución espiritual de cada persona.