¿Ahora resulta que yo tengo la culpa?

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Sí, así es: ¡ahora resulta que yo tengo la culpa de desaparecer! ¿Qué por qué? Pues… porque salí a divertirme con mis amigos o porque me interesó dar una vuelta a altas horas de la noche o porque decidí estrenar ropa sexy que acababa de comprar o, ¡mejor aún!, porque simple y sencillamente SOY MUJER…. pues ¡NO!, YO NO TENGO LA CULPA de ser herida, acosada, violada, desaparecida o, peor aún… asesinada. YO NO TENGO LA CULPA de la mente destrozada de los individuos que buscan hacernos daño. ¡YO NO TENGO LA CULPA POR DE SER MUJER!

¡Qué fácil es limpiarse las manos culpándonos! ¡Qué sencillo resulta ignorar a su conciencia diciendo que nosotras lo provocamos! Nadie tiene el derecho de lastimar a los demás. Absolutamente nadie tiene derecho de ultrajarme, amedrentarme o matarme, y mucho menos bajo razón de género, de ideología o de cualquier excusa estúpida que se blanda. ¿Dónde demonios encontraron el fundamento de su “derecho” a cometer tales atrocidades? ¡Ah, sí! Lo justifican en las acciones que nosotras cometemos, en todo lo que decimos o en cómo nos vestimos. Lo amparan en decir “es que era mujer”, “ella debió cuidarse al salir de noche”, “¿dónde estaban sus padres?”, “ellas no deberían divertirse a altas horas”, “ellas no deberían vestirse de tal forma”, “ellas son indefensas”. ¡Ellas, ellas, ellas!

Lo peor del caso no es eso. Lo peor es que la sociedad permite estos comentarios misóginos, machistas y discriminadores. La sociedad culpa a la víctima de su desgracia y a la familia de ésta por su descuido. ¿Es en serio? Entonces, ahora resulta que mi vida está condicionada por el cómo me visto, a dónde voy o cómo me comporto. ¡Es tan decepcionante descubrir que los individuos están despedazando lentamente a la sociedad! Están condenando la vida de las futuras generaciones a crecer entre miedos e inseguridades.

Pero, ¿dónde están las “autoridades”? Sí, las “autoridades”. Porque ellas se encargan de la seguridad y no es así, pareciera que su tarea es promover la corrupción y la impunidad, más que la seguridad y la justicia. ¿Dónde están todos esos universitarios ahora profesionistas o políticos, que buscaban la paz y la justicia varias generaciones detrás de nosotros? ¿Dónde quedaron los anhelos de un mundo mejor, de un mundo seguro, de un mundo libre? Todo se ha esfumado, ¿y por qué?, ¡POR DINERO Y PODER! Por convertirnos en objetos o cosas que pueden “pertenecerle” a los demás.

No estamos en diferentes niveles. Las mujeres no somos objetos o cosas. No somos el sexo débil. No merecemos respeto por ser “tiernas y delicadas”. No merecemos respeto porque les damos la vida a los hombres ni porque ellos tienen primas, hijas, sobrinas, nietas, hermanas o madre. ¡Merecemos respeto porque somos seres humanos con dignidad y valor como cualquier hombre, como cualquier ser humano!

Cada vez es más común observar las noticias con titulares que dicen “El acoso en el transporte público: las mujeres llevan las de perder”, para darnos a entender que estamos desahuciadas porque todos se han resignado a no hacer nada, con excepción de “informar”. Otras colocan “No es feminicidio si la conducta de la mujer provoca asesinato, dice el procurador de SLP”, ¿qué les pasa?, ¿quién les dijo que deseamos nuestra muerte? ¡Han perdido los tornillos del cerebro! Es indignante y estúpido. No somos quienes provocamos las tragedias y no somos culpables de absolutamente nada. Las “autoridades” prefieren decir eso y quedarse de brazos cruzados permitiendo que cada dos horas se cometa un feminicidio en América Latina y cada uno de ellos por razones de género. Tan grave está la situación que la Amnistía Internacional de México señala el peligro inminente que viven las mujeres y asegura que “Estamos frente a un contexto que desprecia la vida de las mujeres, y a un Estado machista que tiene una histórica deuda pendiente, que debe revisar sus responsabilidades y su deber de diligencia respecto a la vida, la integridad y la dignidad de las mujeres”.

Nos han llevado al límite de ser “nada”. Sí, de ser “nada”, porque la alerta de género no sirve, porque manifestarse no sirve, porque decir “no” es inútil, porque “nosotras somos responsables” y porque los perpetradores del crimen terminan impunes con toda libertad para cometer más horrores con la sociedad; es decir, quedan fuera de todo castigo, como si las autoridades les dijeran “no se preocupen, le han hecho un bien a la sociedad, ¡sigan así!”.

¿Hasta dónde vamos a llegar? ¿Hasta cuándo van a dejar de culpar y se van a ocupar? ¿Por qué nosotras tenemos que pagar su anteposición de intereses ideológicos, personales, económicos o políticos a costa de la vida y el desarrollo libre de nuestra personalidad?

Así que ¡NO!, YO NO TENGO LA CULPA SÓLO POR SER MUJER.

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