Las sociedades tienen sus propias patologías. El fanatismo y la violencia, por ejemplo. Hace años, describí una enfermedad social apenas atendida. La denominé síndrome de inmunodeficiencia social. La inmunodeficiencia está bien estudiada en individuos: un organismo pierde su capacidad para defenderse contra un agente patógeno. Su sistema inmunitario deja de funcionar. Una sociedad puede también perder esa capacidad y volverse incapaz de aislar, combatir, neutralizar o expulsar los elementos dañinos.
Los expertos dicen, con un cinismo realista, que si uno tiene el suficiente dinero puede contratar a una agencia que le busque hechos que apoyen su idea
La única solución que se me ocurre es defender una filosofía que crea en la verdad, lo que en este momento no es tan fácil de encontrar. Sin embargo, es posible. El síndrome de inmunodeficiencia social es un prueba más de que necesitamos reivindicar la filosofía —que trata del método para separar la verdad de la falsedad— como servicio público.