Una adicción es un deseo irrefrenable hacia una actividad o substancia, legal o ilegal, que crea desordenes en el comportamiento y deterioro físico, una enfermedad que progresivamente deriva a otras, si no se trata y que conlleva en muchos casos secuelas.
El enfermo de manera compulsiva hace uso o consume, perdiendo la capacidad de racionalizar su tiempo, desatendiendo otro aspectos de sus vidas.
Podríamos identificar a grandes rasgos un primer periodo de conocimiento y experimentación, un segundo en el que se consolida y por último aquel en el que se pierde la voluntad personal.
La enfermedad es progresiva, devorando paulatinamente la personalidad y la voluntad del individuo, llevándolo a tener una percepción irreal del mundo que le rodea. La escala de valores acabara desapareciendo y ante una elección se decantara hacia su adicción.
Teniendo en cuenta la connotación económica que suele sostener estas adicciones, se suma a la adicción en sí, el tiempo utilizado y las triquiñuelas necesarias, para conseguir, ocultar y mantener la adicción.
Estas patologías no hacen distinción entre clases sociales, sexos o edades.
No hay una respuesta clara a porque unas personas son más propensas que otras, pero por la misma razón cualquier persona podría estar expuesta a padecer una enfermedad adictiva sin las debidas precauciones.
La prevención, la educación y la detección precoz del problema son las armas más efectivas.
Lo normal es identificar el juego, alcohol y drogas como las principales adicciones, pero también encontramos adicción al tabaco, móvil, internet, consolas, compras, actividades cotidianas para la gran mayoría de las personas se convierten en una enfermedad adictiva, compulsiva y destructiva para quien las padece. Se pueden dar casos de enfermos que acumulan más de una adicción.
Se pueden tratar y controlar, siendo una parte muy importante del éxito, la voluntad del enfermo junto a la ayuda especializada.
Por lo general los enfermos no reconocen su adicción, rechazando que les domina. El miedo, el rechazo y la vergüenza suelen ser frenos para aceptar lo que ellos consideran un problema puntual. Hay que entender que es una necesidad y una dependencia para aquellos que la padecen. Esto conlleva por lo general el rehusar la ayuda en un primer momento, hasta no haber tocado fondo o al encontrarse a un paso del punto sin retorno.
