Las supersticiones del día a día: una forma de tranquilidad

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¿Todos los martes y trece te encierras en tu casa? ¿No puedes ver unas tijeras abiertas? En definitiva, te dejas guiar por la superstición y el pensamiento mágico… Pero, ¿son esas creencias una forma de tranquilizarte o una limitación a la libertad?

Por un lado, están las supersticiones comunes a todos y por otro, están las que uno se crea. ¿Debemos resistir a las creencias de otra época o, al contrario, respetarlas como se respeta la tradición?

Eres de los que creen en los presagios o en las señales premonitorias. Prefieres levantarte tú antes que ser trece a la mesa o empaparte bajo la lluvia antes que pasar bajo una escalera. Te has creado tu propio código personal de creencias. Si tienes contigo tu amuleto el día de un examen, estás seguro de que te saldrá bien; si el ascensor está en tu planta cuando llegas significa que tu historia de amor está bien encaminada… En definitiva, la vida que llevas depende de la “voluntad” de tu entorno. Si esos hábitos te facilitan la vida, ¡no los cambies! Pero ten cuidado de no volverte dependiente de las señales ocultas. ¡Corres el riesgo de convertirte en su víctima!

Superstición, actos fallidos y deseos reprimidos

En su obra , Freud destaca que el supersticioso interpreta un acontecimiento producido por el azar para guiar sus elecciones. Mientras que el psicoanálisis permite identificar, en un acontecimiento que parece hijo del azar, lo que es producto de la vida psíquica inconsciente del sujeto. De este modo, un paso en falso al entrar a una casa, mal presagio para los romanos, es en realidad un acto fallido y por lo tanto, un hecho inconsciente. Por el contrario, una bandada de pájaros en vuelo no tiene ninguna relación con el psiquismo de un individuo sino que corresponde más bien a la superstición romana. Sin embargo, a partir del momento en que el individuo se apoya en un acontecimiento exterior independiente de su persona para decidir que una cosa es buena o no para él no apela a la superstición sino a un deseo reprimido. Por ejemplo, un individuo decide romper con su pareja si el semáforo se pone en rojo en menos de 3 segundos. Sea cual fuere el color del semáforo en el plazo establecido, su deseo inconsciente, expresado bajo una forma supersticiosa, integra la idea de ruptura y apoya su decisión en algo que parece depender del acontecimiento exterior. En realidad, esto sirve para justificar una decisión ya tomada inconscientemente.

Los buenos y malos signos

Cada uno de nosotros necesita aferrarse en secreto a algunos signos definidos como “buenos” para aliviar la angustia. Es lo que sucede en situaciones estresantes, tales como exámenes, entrevistas de trabajo, cuando uno lleva consigo un amuleto, como puede ser una prenda de ropa o una joya. Someterse así a supersticiones personales, no tiene mayores consecuencias, siempre y cuando la ausencia de esos objetos no suponga un fracaso. Pues el fracaso o el éxito no son fruto ni del semáforo en verde ni del número de asiento divisible o no por 7. Al confiar un poco más en los parámetros que parecen independientes de la voluntad que en ti mismo, te quitas responsabilidad: descansas en una fuerza invisible, benevolente o no. Un poco como el niño que cuenta con la fuerza de los padres para lograr sus proyectos. A veces puede ser necesario o útil hablar con un psicoterapeuta. Él te ayudará a comprender el origen de tus supersticiones y a deshacerte de tu dependencia y de las señales imaginarias.

Historia de algunas supersticiones

Con frecuencia las supersticiones no son más que vestigios de mitos o leyendas. De este modo, el número trece en la mesa es tabú porque en la última cena de Cristo, había trece invitados, entre los cuales estaba el “traidor” Judas. Además, desde la Antigüedad, el número trece, que representaba una ruptura en el orden del universo, tenía un valor nefasto.

Se dice que pasar bajo una escalera da mala suerte, no porque ésta puede caerse encima sino porque el triangulo formado por la pared y la escalera con el suelo, es sagrado y no debe ser penetrado. En las mitologías paganas y religiosas, el interior del triángulo es un espacio maldito, como, por ejemplo, el triángulo de las Bermudas. Además, la escalera es un símbolo de unión entre el cielo y la tierra; pasar debajo significaría pertenecer al universo opuesto al divino, el diabólico.

La sal es un alimento sagrado porque es la sustancia original presente en el agua, el mar, el líquido amniótico. Se dice que debe ser lo primero que se pone en la mesa y lo último que debe retirarse. Volcar el salero trae desgracia, porque Judas, una vez más, la habría volcado sobre la mesa sagrada en la Cena.

En cuanto a las supersticiones personales, implican generalmente un simbolismo afectivo. El amuleto tiene una historia u origen bien particular. El número preferido está a menudo relacionado con fechas importantes en la vida del sujeto y, a pesar de las apariencias, jamás es elegido al azar.

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